viernes, 2 de julio de 2010

Pensando en mariposas (de nuevo)

Hace pocos días, estuve cenando con una maravillosa nueva amiga. La cena era una especie de ritual de despedida; al día siguiente ella volaba a su país de origen, dejando atrás ocho meses de estancia académica en España. Durante la cena, me confió que su familia era conocida familiarmente como "los osos" y que a ella misma le habían aplicado este calificativo cariñosamente. Sin embargo, tras la experiencia de su viaje ella no se sentía ya osa. "Ahora me siento como una mariposa roja, Silvia". Percibía en ella una mezcla de pudor y orgullo al contarme esto. Me confesó que muchas personas se reían cuando ella les contaba su metamorfosis; a mi, sin embargo, me inspiró una tremenda admiración y no he dejado de darle vueltas a su transformación y al poder renovado que su nuevo ser le había reportado.

Mi amiga, como mi querida Sara Allen, viajó lejos de casa para alcanzar la Libertad del autoconocimiento, de la superación del miedo ante la toma de decisiones y de la comprensión de las ilimitadas capacidades que dormitaban en su interior. El viaje y sus experiencias le reportaron fortaleza y expansión.

Y es que mi amiga quería volar muy alto y muy libre. Y para eso no se puede ser oso, hay que ser mariposa.

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