"...Notó, porque se lo avisaba una voz interior, que necesitaba ponerse en guardia. No quería darle coba a esa desgana de vivir, se resistía a dejarse resbalar por la pendiente de las ideas negras. "Si caes al pozo, estás perdida -le dijo aquella voz interior-. Porque una vez allí ya no ves nada, lo sabes de siempre". Sí, lo sabía. Y también que no ver nada era dejar de vivir. Había una fórmula que no le solía fallar: lograr que la cabeza tomara el control de la situación y le mandara al cuerpo enderezarse, no andar encogido. Y a los ojos enfocar bien la mirada...".
Caperucita en Manhattan.
Capítulo 8
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