“… Yo, en realidad, no quería haber escrito sobre esto… habrá sido este día, esta noche, estos besos, este fútbol. Este té medio frío y este salón enteramente helado… ¿Y no te pasa a veces que encuentras a mujeres llorando en la calle, en el metro, en una esquina –agazapadas-, al otro lado de un móvil, en la rapidez de la subida de unas escaleras? Tras unas gafas de sol, tras un pañuelo mojado, tras de nada… pues una mala noche y un llanto se pegan a la cara obsesivamente. Entre la realidad y lo onírico, el llanto ajeno roza lo paranormal, te conviertes en protagonista de una obra en la cual te dieron papel, pero alguien olvidó tu guión –como la vida misma-. Y al final acabas llorando tú también… y que ya consuele otro…
p.d. …como ya no sé llorar, sólo quiero ser pañuelo de alegrías”
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