lunes, 15 de noviembre de 2010

A propósito del quinteto misógino

La propuesta de mi admirada Hester, de La letra escarlata, me ha llevado a rescatar historias terribles de misoginia y a rememorar detalles que van quedando relegados en la memoria en nombre de la supervivencia y de la necesidad de esperanza. En este tipo de ejericios siempre ronda en la mente la idea de si hay mayor machismo actualmente. En mi opinión no es así. Observo más bien una complejización de la experiencia y de la identidad de aquello que significa ser 'hombre' y ser 'mujer'. El pensamiento feminista trabaja día a día debatiendo e investigando cómo la encarnación de esa categoría "mujer" es cada vez más cambiante, más compleja. Las mujeres vivifican/ vivificamos esa categoría de sentido variable de una manera imaginativa, estratégica, divertida. El sujeto del feminismo ha ido cambiando y sigue siendo a día de hoy uno de los debates más prolíficos e interesantes.

En los trabajos sobre nuevas masculinidades aparecen reflexiones similares en torno a la transición (y sus modos) entre la categoría 'Hombre' y las nuevas y variadas experiencias, identidades y dilemas de los hombres. En el así llamado mundo occidental, hay múltiples interpelaciones a los varones en temas tales como la gestión de las emociones, la conciliación de esferas, su papel en la familia, su relación con las mujeres, la sexualidad. Interpelaciones cambiantes a partir de las cuales aparecen tomas de posición múltiples: misóginas, dispuestas al cambio, abietamente igualitarias y feministas o profundamente hundidas en la duda. Los grupos de hombres en favor de la igualdad de género han abierto una fisura en el silencio anteriormente imperante en torno a las formas de identidad y actuación masculinas.

Cada una de nosotras, cada uno de nosotros, damos forma a categorías abiertas al debate, como las de mujer y hombre, pero también las de madre, trabajador, lesbiana, hijo o amiga. En esa vivificación cotidiana a través de actitudes, disposiciones, palabras y actos no sólo conformamos nuestra identidad personal sino que también contribuímos a modificar categorías sociales. Y actualmente estamos en un momento en el que estas categorías están siendo profundamente cuestionadas.

El trabajo para deshacer los nudos discriminatorios es más necesario que nunca pues cuando se abren fisuras y contradicciones hay una mayor oportunidad para el cambio. Y cada una, cada uno, tiene una responsabilidad al respecto.

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